lunes, 26 de marzo de 2012

“EL ORIGEN DE LA CASA DE GRANADA”




Enrique Soria Mesa



“Don Pedro de Granada … fue hijo del infante Çelin, del linaje
de los Reyes de Granada, que procedían de los Reyes de
Aragón, Çaragoza, de los godos”, Fernando del Pulgar, Claros Varones de Castilla.




“Aquellos escritores imaginativos y creadores que eran los heraldos
Tudor se ocupaban afanosamente en inventar extensos
catálogos que rastreaban la alcurnia de la nobleza remontándose
a la conquista normanda, a los romanos o a los troyanos.
Algunos no quedaban satisfechos hasta emparentarla con los
reyes y dignidades del Antiguo Testamento”,
 
L. Stone, “La crisis de la aristocracia”. 1558-1641.

La adición realizada con posterioridad a la obra de Fernando del Pulgar revela un doble sentido integrador a la hora de referirse a dos miembros de la más importante Casa de la nobleza morisca, don Pedro de Granada y su hijo don Alonso Venegas.
 
Por un lado, incorporarlos a la nómina de nobles castellanos que pueblan las páginas del ilustre cronista converso. Su inclusión entre grandes, títulos y prelados supone un fuerte espaldarazo a sus deseos de asimilación a la élite cristiano vieja. Por otro, la cita que inicia este trabajo muestra a las claras las reivindicaciones genealógicas del linaje: descender de los reyes nazaríes y de los soberanos de Zaragoza. Estas dos claves se encuentran siempre presentes en la larga producción literaria y documental que rodea a la estirpe que fundara don Pedro de Granada, llamado antes de su conversión al cristianismo Cidi Yahya Alnayar1.
En estas breves páginas trataré un aspecto concreto del ansia integradora de la más importante familia morisca del reino de Granada, una actuación más entre muchas, todas conducentes a asimilarse rápida y efectivamente a las categorías dirigentes de la Corona hispánica. Concretamente, me refiero a la recreación de un pasado mítico en donde la falsificación histórica va de la mano de los deseos de homologación social. Se trata de redefinir la historia del linaje en función de los nuevos patrones que se aportan por las flamantes autoridades castellanas.

Algo parecido sucedió en el caso de la ascendencia de Zoraya, la cautiva cristiana esposa de Muley Hacén. De la primitiva oscuridad que envuelve su origen se pasa pronto a una alcurnia elevada, no en vano fue la madre de los infantes de Granada. Como muy bien afirma López de Coca, “era preciso buscar una filiación para un personaje que, con el transcurso del tiempo, engendraría a unos infantes que luego entroncan con familias de la nobleza castellana más rancia” Así, pronto se la denomina doña Isabel de Solís, hija del alcaide de la Higuera de Martos.

Traigo a colación este episodio, aparte de su interés intrínseco, porque los Granada Venegas usaron similares tácticas. En efecto, sabemos que Cidi Yahya Alnayar tenía dos hijos con una antigua cristiana de la Higuera de Martos llamada Çafarjala “criada en la casa del rey Buliaçen” que al parecer se habría llamado Elvira Hernández siendo cristiana.En ella tuvo a doña María de Granada, mujer de Gonzalo Hernández el Zegrí, con quien fue madre de don Luis Hernández el Zegrí, caballero de Santiago Pues bien, al poco tiempo un árbol de la familia dice que tal cautiva no sería sino una hermana de la dicha Zoraya.

¡Qué mejor forma de acercarse a la familia real nazarí que compartir concubinas! Aparte de la broma, estos datos reflejan un estado de ánimo tendente a alterar la tradición histórica a fin de limpiar de manchas la trayectoria de un linaje morisco. Este memorial que analizo aquí es todo un ejemplo de hasta dónde se puede llegar en esta ardua tarea.Veámoslo.

La genealogía ha sido, tradicionalmente, un eslabón de suma importancia en todos los procesos de legitimación social de los grupos privilegiados del Antiguo Régimen. La manipulación y el fraude, así documental como literario, no son sino algunas de las armas con que contaban los genealogistas, puestos como siempre al servicio de cualquier tipo de poder establecido.


En el caso de la Castilla Moderna, las actuaciones en este sentido se centran, por lo general, en dos campos:. Fundamentar el ascenso social de determinados individuos y familias gracias a la invención de un origen noble para el linaje. Ocultar ciertas tachas y máculas en la sangre de tales advenedizos, básicamente la existencia de sangre hebrea en la estirpe.

Las fantásticas referencias a orígenes romanos, góticos o incluso de más exótico plumaje no deben inducirnos a error al pensar que sólo se trataba de delirios imaginativos sin fundamento alguno. Sin excluir esta versión, lo cierto es que el furor genealógico de los siglos XVI y XVII esconde un clarísimo componente legitimador, semejante al que ostentó cierta cronística del Siglo XV.No voy a entrar en detalles sobre esta tratadística nobiliaria, no es éste el lugar. Aquí me centraré en exclusiva en relatar las peripecias de los Granada Venegas a la luz de su nueva realidad como miembros de la nobleza castellana, analizando un extenso memorial genealógico conocido como el Origen de la Casa de Granada, señores de Campotéjar, conservado en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia.

Adicionado con un buen número de escrituras y documentos, sobre todo en su parte final, nada del texto merece desperdicio. La voluntad integradora se palpa en cada frase, en cada observación. Veamos con cierto detenimiento algunos de los temas predominantes. La obsesión, común a toda la nobleza hispana, por entroncar con los viejísimos linajes de la aristocracia de la Hispania anterior a la conquista musulmana adquiere aquí nuevas y más curiosas formas. Si absurdo parece, sin documento alguno, remontarse a los siglos VI o VII, más ridículo aún es pretender poseer tales entronques para estirpes musulmanas. Sin negar la existencia de algunos primeros enlaces y matrimonios mixtos entre las categorías dirigentes de los vencidos y las de sus nuevos señores, lo cierto es que se trató siempre de un fenómeno marginal. Aquí, desde luego, no importa lo más mínimo la veracidad de las noticias, perdidas en la noche de los tiempos, sino el efecto “precursor” que tales prácticas tuvieron respecto a la actitud de los Granada Venegas, que nos aparecen como auténticos godos de la primera nobleza, incluso de sangre real, que, al cabo de los siglos, vuelven a su verdadera fe, de la que fueron apartados durante un engorroso paréntesis de ocho siglos.Así, de esta Casa se nos dice que su “prinzipio fue un prínzipe del linaje de los godos que vino a ser rey de Zaragoza en el año del señor de setezientos y setenta y zes.Las referencias son tan numerosas a lo largo de toda la obra que sería enojoso enumerarlas . Sin embargo, hay que destacar que, siempre para el autor, los Granada Venegas no sólo descienden por línea recta de varón de godos, sino que esta gran Casa enlazó reiteradamente con antiguas familias visigóticas. Así, si a Marsil, segundo rey de Zaragoza, habría sucedido “su yerno Muza, prínzipe de linaje de los godos” , las siguientes generaciones no se quedan atrás, ya que, de la sucesión del rey Abuzalén: “el mayor de los hijos se llamaba Albuyar, hera casado con Theresa su parienta hija del conde don Garzía de Cabra, por haber casado como queda visto atrás Garzía, prínzipe godo, señor de Cuenca, Guete y sus tierras con hija de Muza Abeneçín, terzero rey de Zaragoza, y el segundo se llamaba Alboaques, que hera rey de Murzia, Omar, que era rey de Almería, y la hija, que se llamaba Breçayda, casó con el conde don Gonzalo Yllano”.

Los Granada Venegas se preciaron siempre de descender por línea de varón (la única realmente importante en la sociedad islámica) de los antiguos reyes de Zaragoza, la dinastía de los Banu Hud, a través del gran caudillo levantino Ibn Hud. Asesinado este líder “nacional”, parte de su progenie se habría afincado en el reino de Granada, dando lugar a la estirpe de Cidi Yahya. Si bien existen dudas sobre la verdadera ascendencia de Ibn Hud, lo cierto es que la opinión que hace de este personaje el tronco común de los Venegas granadinos tiene cierto fundamento. De él, parece, vendría y Yusuf IV, hijo del arráez Muhammad ibn al-Mawl16.Yusuf IV, en este sentido, se convierte en la mejor ilustración del linaje.

El monarca granadino, único de los de su varonía que pudo usurpar el trono a los nazaríes, es el eslabón más importante en la legitimidad dinástica que, de algún modo, pretenden los Granada Venegas. Este soberano, abuelo de Cidi Yahya Alnayar, es biografiado con bastante detalle. Su entronización, de la mano de las tropas castellanas de Juan II, presta un gran valor a la causa de estos ilustres conversos, se trata de un precedente ideal a su actitud para con los Reyes Católicos.

Sin embargo, poco de lo anteriormente referido serviría de algo si no se asume que el linaje tiene una historia común, compacta y continuada, o sea, si no se acaba nunca la conciencia de pertenecer a la sangre de tan ilustres progenitores. La obra que nos ocupa pretende, en cualquier momento, establecer una línea ininterrumpida entre todos y cada uno de los eslabones de tan larga cadena. A pesar de los siglos transcurridos, todos los “Alnayar” se consideran a sí mismos parte integrante de una misma estirpe, cuyas señas de identidad permanecen inalterables aunque haya transcurrido casi un milenio entre el príncipe godo y el caudillo nazarí, dos personajes que, de haber existido el primero, sólo tendrían en común su colaboracionismo con los flamantes conquistadores.
Los dos fragmentos siguientes son bien representativos de lo referido.

“Deste cognomento de Anayar vsaron siempre este rey de Zaragoza y sus dezendientes como de nombre de su familia".

Gracias a esta unidad intrínseca del linaje, se establece una corriente de legitimidad que viene de los godos, verdaderos soberanos de España, pasa por los más prestigiosos reyes de taifas y desemboca en el “más alto rey de los moros e más poderoso, liberal y justiciero, padre de la lealtad, restaurador de la ley y amparador de los andaluces, del linaje real de los reyes de Aragón, Abenhut Abenayar”, es decir, Ibn Hud.
De todos los “Alnayar”, al menos desde hacía siglos, sólo Yusuf IV consiguió reinar, en su caso en el trono de la Alhambra, y eso sólo por unos meses. Tan escasa cosecha fue ampliada a efectos de la propaganda del linaje, haciendo ver que su sangre rebosaba de monarcas musulmanes. Aún más, el hijo de Yusuf, padre de Cidi Yahya, aparece convertido en una especie de semisoberano de Almería, un cuasi-rey que por poco no alcanza a desbancar a los nazaríes de su silla.
Obsesionado con dotar de emblemas regios cercanos a la estirpe, el autor del memorial no repara en ninguna argucia, aunque esta vez se le va la mano. En lugar de traer a colación tradiciones de remoto origen, nuestro escritor ingenia una falsificación documental de bastante envergadura, inventándose una carta del infante don Alfonso, rey electo de Castilla por parte de la nobleza rebelde contra Enrique IV.
Veamos un extracto de la misiva:
“«Enbio mucho a saludar al engrandezido y honrado de los moros el ynfante de Almería Abenzelín Abenayar como aquél que mucho prezio y amo e deseo pagar la deuda en que me tiene la grandeza e buena oportunidad de buestro socorro de las trezientas lanzas e quinientos peones con que me ynbiastes a vuestro muy llegado e honrrado caudillo Abenhami el ofrezimiento de enbiar mas socorro e benir por vuestra persona si lo menester ubiere. Tengo en merzed a vuestra señoría y espero en Dios no será menester de presente porque a Dios a plazido de que mis cosas ban muy prósperas… e en allanando las cosas de mis reynos espero en Dios de vos pagar esta deuda para restaurar vuestro estado e que ayáis de mi mano la Casa e reyno de Granada según la ubo el rey don Juzef vuestro padre del rey don Juan mi señor e padre… Dado en la muy noble çiudad de Córdova, a siete de junio de mill y quatrozientos y sesenta y nuebe años. Yo el rey. Por mandado del rey, Johan Ruiz”
Como se evidencia, sólo la repentina muerte de don Alfonso impidió lo que era de justicia, restablecer en Granada a los desterrados. La pena es que la carta sea falsa, ya que el pretendiente murió el 5 de julio de 1468, o sea, un año antes de la fecha del documento. Eso sin contar con que los datos que nos ofrece in extenso la carta chocan abiertamente con los que ofrece el itinerario conocido del príncipe.

Puede que Roma no pagara traidores, pero lo cierto es que Castilla sí lo hacía. La colaboración activa de Cidi Yahya Alnayar con la Corona (nada menos que la entrega de Baza y la participación decisiva en la capitulación de su cuñado el rey Zagal), seguida por las hazañas militares de su hijo, Alí Omar ben Nazar, o sea don Alonso Venegas, fueron bien recompensadas con cargos, honores, pensiones y tierras, tanto que este linaje se convirtió en el más importante de la nobleza local que regía la ciudad del Darro. Esta actitud “colaboracionista", tuvo su recompensa, y el anónimo autor del memorial genealógico empleará tales acontecimientos como una justificación más, especialmente importante, de la grandeza de la Casa que historia.La obra aquí se torna más creíble, gracias a que copia buena cantidad de escrituras, fundamentalmente cartas de los Reyes Católicos y mercedes de los soberanos de Castilla a estos conversos tan propincuos. La fantasía tiene poco que hacer aquí, simplemente se enumeran y detallan, con aburrida precisión, privilegios, oficios, sueldos y dignidades concedidas a la Casa a cambio de su actuación en el trance bélico. No interesa referirlos, sólo advertir el valor propagandístico de la acumulación documental.
Pocos temas, sin embargo, más comprometidos que la conversión al cristianismo de Cidi Yahya Alnayar. La inmediata asunción de la verdadera fe debió significar el colofón de tanta ayuda en la conquista. Sin embargo, no fue así como sucedió.Si en el caso de don Alonso Venegas parece que la abjuración del Islam fue pronta, su padre, en cambio, tardó mucho más en abrazar la fe oficial castellana. Tanto aguardó, que coincide, sospechosamente, con los años que presenciaron la conversión mas i va y obligada de la masa mudéjar.Un hecho así no podía reconocerse públicamente, pues hubiera arrojado sombras y dudas sobre las verdaderas creencias del linaje. Nuestro autor, abrazando un rumor que viene de antiguo, acepta la legendaria aparición del apóstol San Pedro, quien oportunamente se personó en el cerco de Baza.”Don Pedro de Granada el primero, a quien nuestro señor milagrosamente por medio del apóstol San Pedro, a quien un ayo christiano le avía dado por devoto, trujo a su santo conozimiento y fecathólica”. “Y unos dizen que vio una cruz muy resplandeziente en el aire y que la tenía una visión de un santo con unas llaves en la mano, que juzgaron por esto ser san Pedro y que le avía amonestado en su lengua entregase las llaves de la çiudad al señor Rey Católico y se hiziese cristiano”.Esta aparición, a lo Constantino el Grande, sirvió para despejar cualquier duda que tuviera el caudillo militar, ¡qué suerte la de este hombre que no hace sino seguir los evidentes designios divinos!

Lo cierto es que, con el tiempo, nadie dudó nunca de la sincera observancia del dogma católico por esta familia. Como tantos otros conversos, sean de origen musulmán o hebraico, su recién adquirida fe les llevó a exagerar, consciente o inconscientemente, su religiosidad. Como botón de muestra, las declaraciones de un testigo hablando de la muerte de don Alonso Venegas, hijo de Cidi Yahya:
“que quando murió salían diziendo de su casa: ¡bendito sea Dios, que tan buen cristiano muere!, porque estuvo diziendo: Bendito sea Dios, que nací moro y muero cristiano, y esto dezía el dicho don Alonso Vanegas” .Sin embargo, y aquí se riza el rizo de manera indecible, la conversión necesita una apoyatura interior, ya que los ascendientes, por muy nobles que fuesen, eran infieles. La genialidad del autor del memorial consigue mostrarnos la otra cara, bien favorecida, de la realidad. Como no puede afirmar, a riesgo de provocar la risa del lector, que los antepasados de don Pedro de Granada fueron cristianos encubiertos (como prácticamente dice de él), afirma paladinamente que casi todos practicaron un filocristianismo, una actitud moral cercana a la exigida por la Iglesia y unos comportamientos políticos próximos a los de los príncipes cristianos. Veamos algunos fragmentos.”A este rey mataron los moros porque ayudaba y favorezía a los christianos”. ”Aben Lope, rey de Toledo, hijo del dicho rey Muza, se hizo basallo del rey don Ordoño y le ayudó lealmente y vbo vitorias de los moros por mandado del rey don Ordoño”.



En conclusión, en este breve trabajo no he pretendido, bajo ningún concepto, realizar un análisis detenido de una gran obra literaria, entre otras cosas porque el Origen de la Casa de Granada es una mediocre producción en cuanto a calidad artística. Sin embargo, el interés de sus páginas radica en que se trata de una justificación completa de todo un linaje morisco que acaba de acceder a la condición nobiliaria en Castilla. Se trata de una argumentación genealógica en donde, de forma sibilina, se exculpa el pasado familiar, adaptándolo a los nuevos tiempos. Se resaltan las circunstancias que más valor pueden ofrecer a la vista del lector -nobleza de sangre, descendencia regia, hazañas militares, títulos-, se obvian aquellos aspectos peligrosos -Islam- y se organiza todo el discurso en clave integradora, buscando dorar a la castellana los blasones de tan alta alcurnia. Un aspecto más, si bien bastante novedoso, de la evidente asimilación de gran parte de la élite morisca en la sociedad castellana durante todo el siglo XVI.1. Una visión general sobre el proceso integrador de las principales familias moriscas, acompañada demúltiple bibliografía al respecto, en SORIA MESA, E.: «De la conquista a la asimilación. La integración de la aristocracia nazarí en la oligarquía granadina. Siglos XV-XVII», Areas, 14 (1992), pp. .
http://identidadandaluza.wordpress.com/2012/03/24/una-version-genealogica-del-ansia-integradora-de-la-elite-morisca-el-origen-de-la-casa-de-granada/
MAIMENES




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